¿ECONOMÍA VERDE? ¡NO, GRACIAS!
Uno de
los objetivos centrales de esta cumbre, de parte de los países
industrializados, es promover “la gran transformación tecnológica verde” como
clave para la supervivencia de nuestro planeta.
Los promotores
de esta idea, recogidas en el proyecto TEEB[1],
vislumbran un futuro post-petrolero en el que la producción industrial (de
plásticos, sustancias químicas, combustibles, fármacos, energía, etc.) dejará
de depender de los combustibles fósiles[2]
para derivarse de materias primas biológicas transformadas mediante plataformas
de alta tecnología.
Es decir,
TODAS las materias primas (ya no sólo minerales, madera o combustibles, sino
también algas, plantas, fondos marinos, suelos, TODA la biomasa[3])
se podrían “transformar en algo productivo”, por lo tanto, habrá competencia
por ellas, se les otorgará un valor y tras él, un precio. En las presentaciones
del proyecto TEEB (que promueve la introducción al mercado de aspectos de la
biodiversidad y de los ecosistemas que no estaban en él), Pavan Sukhdev, su
coordinador y director del Deutsche Bank, sostiene que aquello que no se mide
no se puede gestionar (o sea hacer negocio). Es lo opuesto del pensamiento de
los pueblos tradicionales que realmente conocen y gestionan la biodiversidad
desde hace milenios. Un comunero wixarika decía sobre su maíz y la biodiversidad
que lo acompaña: si lo cuento no alcanza, así que no lo cuento y siempre
alcanza.
Por
otro lado, el proyecto TEEB (www.teebweb.org),
fundante de lo que están llamando hoy economía verde, incluye incorporar en su
desarrollo a una pequeña parte de quienes conocen los territorios, como
empresarios de la biodiversidad. Es decir, venderán la ilusión de que todos
podríamos ser esa pequeña parte “empresaria” que teóricamente recibirá alguna
ganancia, lo que evidentemente generará división y disputas al interior de las
comunidades[4].
FALSAS SOLUCIONES: LOS MITOS DEL DESARROLLO
El
cambio climático es quizás el aspecto de las crisis ecosistemática que mejor
grafica la falta de voluntad política a nivel mundial para avanzar en
consolidar los principios que se acuerdan en las cumbres. Hay países como
Estados Unidos, principal responsable de la emisión de gases efecto invernadero[5]
(25%), que no ha suscrito ninguno de los protocolos y convenios relativos a esta materia; y por otro lado, las metas de
reducción establecidas en el Protocolo de Kyoto, a saber “Las emisiones totales
de los países desarrollados deben reducirse durante el periodo 2008-2012 al
menos en un 5% respecto a los niveles de 1990”, tampoco se han cumplido. Mientras,
se hacen evidentes en todo el globo las consecuencias de la crisis climática,
con principal afectación de las comunidades que menos contribuyen a la emisión de
gases de efecto invernadero.
Cuestiones
como las “responsabilidades comunes, pero, diferenciadas” y las “falsas
soluciones”, dan razón a lo que las organizaciones de la sociedad civil hace
tiempo vienen alertando. Los mercados de carbono y los mecanismos REDD
(reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación evitada de los
Bosques), las energías peligrosas e inciertas como la nuclear, los
agrocombustibles, las represas y los transgénicos, sólo son alternativas
eficientes para maximizar ganancias.
El
problema no es sólo que sean malas ideas y que enmascaren, bajo la noble tarea
de proteger el planeta, el maximizar utilidad con su destrucción; sino que, lo
que agrava aún más el cuadro, es que todos estos mecanismos, de acordarse como
“Las Soluciones” en Río+20, serán implementadas a una escala planetaria, sin
aplicar el principio precautorio.
Principio
precautorio
El principio, es el número 15 de la
Declaración de Río (base del Convenio de Estocolmo) y establece que cuando haya
peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta
no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces
para impedir la degradación del medio ambiente.
Fuente: Río+20. Ellos en la cumbre… ¡No sigas aguantando!
OLCA y RLS. Santiago de Chile, 2012.
Continuará…
Ver
también:
[1] TEEB: En www.teebweb.org
dice que TEEb se define como (en español) Economía
de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB) y agrega que se trata de “una importante iniciativa internacional para
llamar la atención sobre los beneficios económicos globales de la
biodiversidad, para poner de relieve los crecientes costos de la pérdida de
biodiversidad y degradación de los ecosistemas, y para reunir conocimientos en
los campos de la ciencia, la economía y la política que permitan acciones
prácticas de seguir adelante”.
[2] Combustibles
fósiles: petróleo, gas natural y carbón mineral (de piedra). Todos ellos tienen
su origen en la “mineralización” de los cuerpos de vegetales o animales,
ocurrida hace millones de años atrás; de modo que es un proceso (probablemente)
no repetible. Lo concreto es que esos recursos se van agotando a medida que la
humanidad los utiliza. Gran parte de la energía que mueve el mundo actual
proviene de ellos.
[4] Comentario:
A fines de los 70’ y principios de los 80’, el INDAP, organismo de la
Dictadura, encargado de aplicar el DL 2.568 que transformó la propiedad
colectiva mapuche en individual, a través de sus funcionarios insistía en que
los mapuche – por fin – serían definitivamente propietarios de la tierra que
habitaban. (Estuve presente en más de una reunión con comuneros y también con
funcionarios de INDAP en las que se reafirmaba lo que digo).
Nosotros
(los grupos organizados de entonces) sosteníamos que los argumentos del
gobierno eran falsos. Lo demostrábamos; pero, toda la maquinaria dictatorial
era mucha para contenerla. Además, estaba en riesgo la vida de quienes
visitábamos a los hermanos residentes en cada lof.
Sin
embargo omitían informar:
-
Que la tierra era nuestra desde antes de la llegada de sus antepasados
(los de los funcionarios de INDAP), es decir, de mucho antes de la instalación
de la República.
-
Que este Decreto Ley reconocería a cada titular la propiedad del
suelo, es decir, sólo la parte que llamamos productiva. Lo que se ubica por
debajo de allí – en el subsuelo – no pertenece a ningún mapuche, por decisión
de la Constitución Política del Estado de Chile (que no nos reconoce como
pueblo) y de las Leyes que emanan y dependen de ella. Todo esto decidido por el
sistema capitalista que privilegia el capital (dinero, mercado, ganancias
económicas…) por sobre lo humano, y su –ahora- modelo neoliberal, que todo lo
concibe como un bien de consumo. Por eso el presidente-empresario dijo que la
educación es un bien de consumo y no un derecho.
-
Acerca de lo que ellos – el gobierno, con el amparo de la Constitución
que ellos mismos hicieron para la protección de sus intereses – llaman interés
nacional. Otros le llaman bien común.
En mi opinión “interés nacional” y “bien
común” no significan lo mismo. El interés nacional lo define el Estado, sin
consultar a la ciudadanía. El bien común supone discusión o negociación de la
ciudadanía con sus gobernantes; pero, en Chile el gobierno ha demostrado ser
deshonesto al momento de negociar, al intervenir el entorno en que se
desarrolla la discusión (cuando la hay). En otras palabras, los gobiernos han
sido históricamente poco o nada de asertivos porque nos enfrentan de modo
deshonesto, indirecto, inapropiado, descalificador y agresivo.
-
Que no existía (en ese momento) reconocimiento de nuestra existencia
como pueblo. En realidad, el mencionado Decreto Ley proponía originalmente
dejar de considerar indígenas las tierras divididas y también a sus habitantes,
una vez finalizado el trámite. Es decir, el Decreto Ley pretendía poner fin
legalmente a la existencia del pueblo mapuche.
-
Que la autonomía es un principio reconocido en todos los discursos;
pero que en la práctica es negada, declarada no deseable por la clase
gobernante, a través del Estado, pues consideran que su desarrollo amenaza su
privilegio de hacer y deshacer en ausencia de toda crítica, gracias a la
formación de ciudadanos/as ignorantes, apenas alfabetizados.
[5] Gases de
efecto invernadero: son aquellos provenientes de diferentes actividades humanas
y que al ser liberados a la atmósfera, se acumulan allí, sobrepasando la
capacidad que la naturaleza tiene de reciclarlos, constituyéndose en
contaminantes. En esta condición, se transforman en una especie de techo de
invernadero (pero, invisible) que impide que el calor aportado por la radiación
solar y que llega a la superficie terrestre, se disipe hacia zonas lejanas. De
ese modo, provoca un efecto de calentamiento, modificando las condiciones
climáticas imperantes, afectando la vida de toda forma biológica.
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