sábado, 10 de marzo de 2012

RE-CONSTRUCCIÓN

Imagen:  http://terremotomaremotoenchile.blogspot.com/

Durante este verano fuimos sorprendidos por un festival desde Dichato que semanalmente difundió Megavisión. Esa tremenda fiesta, supongo, tuvo por objeto dar a entender que los pobladores de ese lugar ya han superado la mayor parte de los problemas que le trajo el sismo de febrero de 2010. Los medios de comunicación ya no nos muestran a la comunidad, obligada a formar campamentos, protestando por la tardanza de la reconstrucción prometida – a los cuatro vientos – por el Gobierno, que por un lado dice querer ayudar a los damnificados y por otro da la impresión que lo que quiere es que se queden en donde están o se vayan a otro sitio, pero que no vuelvan al lugar en que crecieron, en el que muchos de ellos han hecho casi toda su vida.

Nosotros que amamos nuestro territorio -el que nos han dejado y el que nos quitaron- comprendemos el apego de esas familias; pero, también existen otros factores que poco se ventilan. En esta ocasión les presento un recorte tomado de El Ciudadano Nº 120. De paso, le invito a adquirirlo. Si usted está habituado a comprar el diario local, la Tercera, El Mercurio, La Cuarta, LUN u otros… bueno, verá siempre lo mismo; allí no hallará nada alternativo. Leer esos diarios es como ver las noticias en TV.  Hay que verlos; pero, no quedarse con esa mirada solamente.

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Al día siguiente del maremoto, cuando todavía algunas personas creían que todo se trataba de una terrible pesadilla, las empresas inmobiliarias estaban más despiertas que nunca. Llegaron ofreciendo dinero por los terrenos del borde costero de indudable valor turístico, y luego el Gobierno puso su granito de arena y determinó que en sectores como Dichato no se podían construir viviendas por ser consideradas zonas de riesgo.

Así comenzó lo que Lorena Arce, del Movimiento por la Reconstrucción Justa, denomina como una economía de shock: erradicar a la población de los bordes costeros a los cerros y sectores periféricos y dejar a los privados apropiarse de los campos urbanos que tienen mayor plusvalía, con el argumento del riesgo.

“La gente que antes vivía en esos sectores, podía realizar otras actividades comerciales que complementaban sus ingresos, desde vender pan amasado hasta alojar turistas durante la temporada estival. Ahora, todas esas actividades económicas no se van a poder hacer, cuando esas personas sólo tengan la posibilidad de tener un terreno alejado de la zona de mayor valor con la plata que van a obtener por la expropiación”, explica Nicolás Valenzuela, director de la ONG Reconstruye.


Fuente: El Ciudadano Nº 120. Primera quincena de marzo 2012.

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