lunes, 26 de noviembre de 2012

Derecho y deber


Tengo el derecho y el deber de expresarme del modo que me parezca adecuado a los principios y valores que he asumido conscientemente.

Tengo derecho a no votar cuando en el conjunto de opciones (candidatos y organizaciones políticas) no encuentro la posibilidad de respuesta a mis aspiraciones individuales y colectivas.

En el último proceso electoral vivido – en la comuna que vivo – no visualicé ninguna proposición de programa viable que considerara el reconocimiento a los pueblos originarios, y yo soy parte de uno de ellos. Es más, ni siquiera hubo programa alguno de parte de los candidatos. Cada uno de ellos estuvo allí según el mandato de la organización política que representa.

Acerca de la educación, la salud, la previsión social, la participación escuché lo de siempre: discursos vacíos de fondo.

En definitiva, sólo continuidad de lo ya existente. Y muchos/as sabemos, nos hemos dado cuenta, que no es suficiente, que no nos satisface, que están lejos de lo que la mayoría espera y quiere, según los acontecimientos de antes y de ahora.

Tengo el deber a manifestarme de acuerdo a los medios posibles; ya sea arrodillándome frente a la puerta de un local de votación que fue en otro tiempo un campo de tortura y asesinatos, un sitio en que se manifestó abiertamente y de manera brutal la intolerancia, o portando una camiseta con leyenda que dice que no estoy de acuerdo con el proceso, o  absteniéndome de votar. Puedo y debo manifestar mi descontento cuando lo considere pertinente, ya sea en forma individual o con mis semejantes, ya sea en la vía pública o en un espacio cerrado. Incluso puedo declararme en rebeldía, en huelga de hambre o exponer mi existencia o finalizar con ella a modo de protesta. Es mi derecho. Es nuestro derecho.

Lo demás es un discurso oportunista de quienes no quieren perder la cuota de poder que han adquirido al interior de un sistema injusto.

Tengo el derecho y el deber a explorar otras alternativas de participación en donde los ciudadanos/as sean acogidos en plenitud, aunque la Constitución existente diga lo contrario. En este sentido, una asamblea constituyente para determinar una nueva Constitución es una buena posibilidad. Una que contenga el espacio de participación que me reconozca protagonista y no una pieza más, una asamblea que me observe desde la horizontalidad. La Constitución Política del Estado no es legítima, porque tuvo su origen bajo un régimen impositivo, dictatorial.

Parlamentarios y políticos de menor cuantía, no vengan con eso de que mi deber es votar, porque es mi deber también decirle No a ustedes, del modo que encuentre según las circunstancias históricas del momento, ya lo dije.

Sería todo… por ahora.

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