Tengo
el derecho y el deber de expresarme del modo que me parezca adecuado a los
principios y valores que he asumido conscientemente.
Tengo
derecho a no votar cuando en el conjunto de opciones (candidatos y
organizaciones políticas) no encuentro la posibilidad de respuesta a mis
aspiraciones individuales y colectivas.
En el
último proceso electoral vivido – en la comuna que vivo – no visualicé ninguna
proposición de programa viable que considerara el reconocimiento a los pueblos
originarios, y yo soy parte de uno de ellos. Es más, ni siquiera hubo programa
alguno de parte de los candidatos. Cada uno de ellos estuvo allí según el
mandato de la organización política que representa.
Acerca
de la educación, la salud, la previsión social, la participación escuché lo de
siempre: discursos vacíos de fondo.
En
definitiva, sólo continuidad de lo ya existente. Y muchos/as sabemos, nos hemos
dado cuenta, que no es suficiente, que no nos satisface, que están lejos de lo
que la mayoría espera y quiere, según los acontecimientos de antes y de ahora.
Tengo
el deber a manifestarme de acuerdo a los medios posibles; ya sea arrodillándome
frente a la puerta de un local de votación que fue en otro tiempo un campo de
tortura y asesinatos, un sitio en que se manifestó abiertamente y de manera
brutal la intolerancia, o portando una camiseta con leyenda que dice que no
estoy de acuerdo con el proceso, o
absteniéndome de votar. Puedo y debo manifestar mi descontento cuando lo
considere pertinente, ya sea en forma individual o con mis semejantes, ya sea
en la vía pública o en un espacio cerrado. Incluso puedo declararme en
rebeldía, en huelga de hambre o exponer mi existencia o finalizar con ella a
modo de protesta. Es mi derecho. Es nuestro derecho.
Lo
demás es un discurso oportunista de quienes no quieren perder la cuota de poder
que han adquirido al interior de un sistema injusto.
Tengo
el derecho y el deber a explorar otras alternativas de participación en donde
los ciudadanos/as sean acogidos en plenitud, aunque la Constitución existente
diga lo contrario. En este sentido, una asamblea constituyente para determinar
una nueva Constitución es una buena posibilidad. Una que contenga el espacio de
participación que me reconozca protagonista y no una pieza más, una asamblea
que me observe desde la horizontalidad. La Constitución Política del Estado no
es legítima, porque tuvo su origen bajo un régimen impositivo, dictatorial.
Parlamentarios
y políticos de menor cuantía, no vengan con eso de que mi deber es votar, porque
es mi deber también decirle No a ustedes, del modo que encuentre según las
circunstancias históricas del momento, ya lo dije.
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