Para
qué hacer algo bien si la podemos embarrar. Esta pareciera ser la
consigna en La Moneda en el tema mapuche. Si, en el “tema”, no en el
“conflicto mapuche”, extraña denominación acuñada por El Mercurio y
repetida hasta el cansancio por colegas de uno y otro lado. Sirva de
consuelo que mucho antes se hablaba del “problema indígena”. Esta última
expresión fue acuñada por los medios ad portas del Quinto Centenario, el
año 92’. Y es que mientras las Repúblicas se aprestaban a celebrar el
arribo de sus abuelos hispanos al continente, los pueblos indígenas,
hastiados, optaron por decir basta. Y el grito se escuchó desde el rio
Bravo hasta la Patagonia.
En el caso chileno, la coyuntura fue
el salto a las primeras planas de un joven y aguerrido Aucán Huilcaman.
Para los medios, créanme, resultaba una rareza absoluta. Y es que Aucán
no solo hablaba mapudungun y español de corrido. También viajaba por el
mundo, cursaba leyes en la Universidad y hablaba muy suelto de cuerpo de
“autodeterminación”, “derechos colectivos”, “consulta previa” y otras
excentricidades propias de indígenas del primer mundo. Y eso, créanme,
era un problema de marca mayor. De allí la expresión “el problema
indígena”.
¿Seguimos siendo un problema para
Chile? Si. Y vaya si lo somos. Pero hoy se prefiere hablar urbi et orbi
de “conflicto mapuche”. Raro. Suena como si el entuerto tratara solo de
nosotros, los mapuches. O para nada raro, si el objetivo trata
precisamente de desinformar y confundir. Como sea; ¿Qué expresión para
referirse a nuestro pueblo preferirá usar en La Araucanía el ex fiscal
Alejandro Peña, nuestra más reciente visita ilustre? ¿Problema?
¿Conflicto? ¿Todas las anteriores? Menuda (no es sarcasmo) interrogante.
Hasta donde sabemos, poco y nada conoce el ex fiscal de Santiago Oriente
sobre nuestro pueblo y su devenir histórico reciente.
“¿Y qué hace ese caballero en
Temuco?”, pregunta mi madre mientras nos prepara unos huevos de campo.
“Asesora a los abogados del gobierno. Como las querellas contra los
mapuches se caen por si solas, necesitan alguien que las levante. Y
quien mejor que él”, le respondo. “Ventaja comparativa, le llaman los
economistas”, agrego. “No seas cruel. Un mapuche bien nacido jamás se
burlaría de la gente”, me reprende, muy seria. Tiene razón mi vieja. Hay
cosas que un mapuche bien nacido –o mal, en mi caso- jamás haría. Una de
ellas, burlarse de la estatura física del ex fiscal Alejandro Peña.
Hablemos entonces de su estatura moral. Y ética.
Y aquí la cosa se pone negra. Muy
negra. En días recientes, uno de los abogados defensores del polémico
“Caso Bombas”, Mauricio Daza, acusó al ex fiscal de ofrecer dinero y
beneficios a uno de sus defendidos a cambio de inculpar a otros de
“terrorismo”; elaborar informes jurídicos “burdos e inconsistentes”
desechados luego por los magistrados, instruir a las policías de recabar
solo antecedentes inculpatorios y, en definitiva, realizar gimnasia
olímpica con el derecho penal con tal de validar cada una de sus
afiebradas imputaciones. ¿La búsqueda de la verdad? Pamplinas, opina
Daza. “De allí que –agrega- sea inaceptable que una persona como él hoy
aparezca como enviado a La Araucanía para coordinar acciones legales
contra mapuches”.
No es el único que hace pebre al ex
fiscal y de manera pública. Pedro Orthusteguy, presidente de la
Asociación de Fiscales, tras el fiasco del Caso Bombas, llegó a pedir la
renuncia de Peña a su cargo en el Ministerio del Interior. “Ha sido la
causa judicial que más desprestigio ha traído al Ministerio Público. Y
hay una persona responsable de este caso; Alejandro Peña, quien tiene
que dar un paso al costado por un tema de dignidad profesional. Él tiene
que dejar el cargo donde se encuentra y si no lo hace el Presidente de
la República tendrá que tomar la decisión”, agregó Orthusteguy.
Como ya sospecharán, Peña no renunció
tras explotarle en las manos el “Caso Bombas”. Tampoco se le solicitó la
renuncia, como demandaba su colega. Encontró refugio en La Moneda y hoy
se encuentra en Temuco, enviado por aquel ministro que, contra viento y
marea, insiste en apagar los incendios sureños con bencina. Hay quienes
opinan que el “conflicto Estado chileno-Pueblo mapuche” (todos a repetir
esa expresión), más allá de los episodios de violencia y las
bravuconadas de agricultores pauteados, trata en definitiva del honor y
la palabra traicionada. Soy de quienes así lo creen, firmemente. Y en el
titánico esfuerzo de restablecer confianzas y situar la resolución del
conflicto en el dialogo político, el arribo del ex fiscal Peña resulta
una bofetada. La guinda de la torta si hablamos de pelotudeces y metidas
de pata políticas. Comunicacionalmente, casi un sabotaje terrorista.
¿Qué habrá pasado por la mente de los
asesores de Hinzpeter? ¿Tiene asesores Hinzpeter? Nada bueno puede
resultar del cruce del fiscal Peña al sur del Biobío. No con su
historial profesional, tenebroso. Mucho menos con su estatura,
paupérrima.
* Publicado originalmente en www.theclinic.cl
Fuente: www.azkintuwe.org
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