miércoles, 1 de febrero de 2012

EL ORO DE AMÉRICA

Aquí, pues, yo, Huaycaypuro Cuauhtemoc he venido a encontrar a los que celebran el Encuentro. Aquí, pues, yo, descendiente de los que poblaron la América originaria, hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la encontraron hace un poco más de quinientos años. Aquí, pues, nos encontramos todos. Sabemos lo que somos y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.

El blanco aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron. El blanco usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quienes nunca autoricé a venderme. El blanco leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros, sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo.

También yo puedo reclamar pagos. También puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron, a Juan Lucas de Barrameda, ciento ochenta y cinco mil kilos de oro y dieciséis millones de kilos de plata, provenientes de América India.

¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los blancos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? Guárdenme Tanatzin de figurarme de que los europeos – al igual que Caín – matan y después niegan la sangre del hermano. ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas que califica El Encuentro de Destrucción de las Indias, o a ultrosos como el doctor Arturo Pietri, quien afirma que el arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a la inundación de metales preciosos. No. Esos 185.000 kilos de oro y 16.000.000 de kilos de plata deben ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América India para el desarrollo de Europa. Lo contrario sería presuponer crímenes de guerra que nos daría derecho no sólo a exigir devolución inmediata sino indemnización por daños y perjuicios.

Yo, Huaycaypuro Cuauhtemoc, prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis. Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un Plan Marshall de suma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deploradoras guerras contra los cultos musulmanes, defensores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización. Por eso, al acercarnos a otro 12 de octubre del empréstito podemos preguntarnos: ¿Han hecho, los blancos europeos, un uso racional, responsable o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional? Deploramos decir que no. En lo estratégico, o dilapidaron en las batallas de Lepanto, Armadas invencibles, Terceros Reich y otras formas de exterminio mutuo, sin más que acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá, pero sin Canal.

En lo financiero, han  sido incapaces, después de una moratoria de más de quienientos años, tanto de cancelar capital e intereses como independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo. Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman, conforme a la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar, y nos obliga a reclamarles – por su propio bien – el pago de capital e intereses que tan generosamente los pueblos originarios de este continente hemos demorado todos estos siglos.

Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los blancos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de un 20 % y hasta un 30 % que los blancos europeos le cobran a los pueblos oprimidos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de un 10 % anual acumulado durante los últimos 300 años. Sobre esta base, aplicando la europea fórmula de interés compuesto, informamos a los descubridores que sólo nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185.000 kilos de oro y 16.000.000 de kilos de plata, ambas elevadas a la potencia de 300, es decir, un número para cuya expresión total serían necesaria más de 300 cifras y que supera ampliamente el peso de la Tierra.

Muy pesadas son estas moles de oro y plata. ¿Cuánto pesarían calculadas en sangre? Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales discusiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los pueblos originarios de este continente; pero, sí exigimos la inmediata firma de una carta de intención que discipline a los pueblos deudores del viejo continente y los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o reconversión de Europa que les permita entregárnosla entera como primer pago de una deuda histórica.

Dicen los pesimistas del viejo mundo que su civilización está en una bancarrota que les impide cumplir con sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con que mataron al poeta; pero, no podrán porque esa bala es el corazón de Europa.

Fuente: Programa radial “Wiñoy tayiñ Xekan”. Radio El Arca. Puel Mapu, 12 de octubre de 2011.

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